martes, 26 de octubre de 2010

Degustar la misericordia de Dios

Mientras el mundo sigue empeñandose en encontrarse con un Dios que castiga por la sarta de tonterias y pecados que cometemos, Dios, por su parte sigue necio con acercarse a nosotros, y antes de que pronunciemos una palabra, ya nos encontramos envueltos en sus brazos, claro, siempre y cuando por lo menos nos acerquemos a él.
Nuestro ejercicio del día de ayer en Nicodemus, hizo uso de la parabola que Jesús cuenta para comprender cual es la oración que agrada a Dios (Lc 18, 9-14). Un fariseo y un publicano se acercan a al templo a orar, y mientras el fariseo con los brazos en alto se jacta de sus grandes esfuerzos por cumplir la ley y ser bueno, el publicano con la cabeza agachada y dándose golpes de pecho reconoce su fragilidad. De sus labios surge la más honesta y sincera suplica de un hombre: "Dios mio, ten piedad de mi, que soy un pecador".
Aquel hombre no necesitaba nada mas que el perdon de aquel a quien amaba tanto y que le dolia haber ofendido. Es una suplica humilde nacida del amor y la confianza de ser escuchado. ¿No es acaso ese el verdadero modo de orar ?
Muchos de nosotros vamos creyendo cada día de nuestra vida que debemos merecernos el amor de Dios, cuando él ha tenido la iniciativa de amarnos desde antes de depositarnos en el seno de nuestra madre. Otros tantos van a presumirle a Dios que se han portado bien -aunque realmente lo que les importa no es tanto que lo sepa Jesús como que lo sepa el mundo, de allí que lo griten a grandes voces- y a exigirle que les conceda algún privilegio.
El publicano simplemente asume su culpa y reconoce que Dios es quien puede perdonarlo. El publicano necesita del amor de Dios, y tirado en el suelo deja que Dios lo levante, como aquella oveja perdida que regresó con las noventa y nueve con el privilegio de ser cargada por los brazos de su pastor. Decepcionante hubiera sido la historia si aquella oveja hubiera llegado presumiendole a sus compañera que ella sola logró escalar los apriscos sin necesidad del pastor. Yo, como el publicano, prefiero la ventajosa verguenza de unirme a la gracia de Dios siendo cargado por él.
Y retornarndo a la expresión utilizada por el publicano, dimos en nuestro ejercicio de oración, con la historia del peregrino ruso que repetia constantemente aquella famosa jaculatoria del siglo XIII "Señor Jesús, ten piedad de mi, que soy un pecador". Aquel hombre sentia esa frase en su paladar como algo dulce, y en su corazón como algo consolador.
Imaginense todos los beneficios que tiene durante el día recordar que Cristo está junto a nosotros a lo largo de la jornada. En vez de escupir una maldición que no solo ofende al otro sino que daña nuestra dignidad convendría repetir todo el día el santo nombre de Jesús y recordar su consuelo: "Señor Jesús, ten piedad de mi, que soy un pecador...Señor Jesús, ten piedad..." y así a cada momento del día.
Intentemoslo en estos días; claro, siendo concientes de lo que estamos diciendo, por que sino la frase se convertira en un burdo "Hokus Pokus" que ni Harry Potter utilizaría. Digamosla con fe, con la confianza de que Dios esta conmigo, y está conmigo no como un mimo, sino como alguien que me responde, que me consuela, que me ilumina, que me alienta, que me alegra.
Vivamos la experiencia de aquel peregrino ruso que en su camino siempre contó con la presencia de Dios y tengamos la sencillez de dejarnos amar y perdonar por Dios, como lo hizo aquel dichoso publicano.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Suba, Señor, a ti mi oración, como incienso en tu presencia




Ayer tuvimos la oportunidad de tener nuestra tercer sesión de oración mental. Como cada semana, Cristo, oración y silencio fueron el espacio para tener un encuentro personal con él. El elemento extra de esta ocasión fue el incienso. Así frente a Jesús sacramentado un turíbulo quemaba en honor a él esa resina que ha sido utilizada por muchísimo tiempo para indicar la presencia de Dios.


En el alma resonaba aquella frase nacida de un espíritu orante: "Suba, Señor, á tí mi oración, como incienso en tu presencia". Y en medio del cielo la nube de incienso se elevaba en veces tranquila y otras violenta como teniendo vida propia, mientras que en el corazón de los que orabamos se luchaba por entrar en una conversación confiada con con aquel que sabemos nos ama.


Asi seguiremos cada semana teniendo este breve espacio de 30 minutos de oración, de encuentro con una persona, persona que escucha, pero que tambien habla, persona que consuela que consuela y que también exige, persona que ama y por eso corrige, la tercera persona de la Santísima Trinidad, Cristo, nuestro Señor.


Sigamos en oración constante, sin desfallecer; oremos no solo por nosotros, sino por todos aquellos que nos han pedido una oración.

lunes, 11 de octubre de 2010

La experiencia de orar en silencio



Santa Teresa de Avila define la oración de la siguiente manera: " No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama".
Si alcanzamos a entender la simplicidad de este principio, podremos comprender -como muchas veces lo habremos escuchado- que la oración verdadera es un simple pero profundo y amoroso dialogo con Dios. Orar es pasar el rato con el que se ama. Con el que nos ama.

Este grupo de oración que abrimos aqui en la Parroquia la Natividad del Señor, no aspira más que a poner lo medios necesarios para que los jovenes que lo deseen puedan encontrarse con Cristo en medio de un silencio nutritivo.

Los martes a las 8:30, cada muchacho tiene un cita con Cristo a través de distintos ejercicios de oración. Cada noche de martes frenamos violentamente la rutina diaria y nos encontramos cara a cara con Cristo.

Así lo haremos hasta que seamos capaces de no esperarnos a un día específico, a una hora específica, en un lugar específico, sino que podamos encontrarnos con Cristo en nuestro interior cada vez que deseemos encontrarnos con el amado.

Nicodemo, empezó así buscando al maestro en la quietud y el anonimato de la noche, hasta que su amor fue tan grande que lo acompañó a pleno día al pie de la cruz. De alli el nombre de nuestro grupo "Nicodemus".