jueves, 11 de agosto de 2011

La delicia de cada Jueves


Debo reconocer que una de las cosas que mas disfruto desde que llegue a mi comunidad parroquial de la Natividad del Señor es la Hora Santa cada jueves. Ya desde el seminario tenía referencias de este por momento por un amigo antecesor en la parroquia y cuando llegó el día en que tuve la oportunidad de exponer el Santísimo Sacramento y mirar la gran cantidad de gente que miraba con amor y respeto el "Misterio de nuestra fe" me sentí sobrecogido.

Y así he visto transcurrir durante ya casi dos años, jueves tras jueves a la comunidad se reunida para orar con gran devoción con "aquel que saben que los ama", en palabras de la gran enamorada.

Durante este semestre anterior se propuso un proyecto para animar nuestras Horas Santas, para que quienes fueran los responsables de dirigirlas las prepararan y organizarán diligentemente. Mis muchachos de pastoral juvenil fueron especialmente responsables de muchas de ellas, y con mucho gusto los veía preparar la ambientación y los guiones para cada uno de esos momentos. Su empeño fue edificante.

Sin embargo hoy, después de confesar, tome lugar en las bancas y me dispuse a disfrutar un momento de todo aquello, y aunque hoy no había nadie dirigiendo, salvo el coro que deliciosamente aderezaba con cantos la oración, disfrute muchísimo ver a mi Señor y frente a él a todos sus discípulos. No necesité nada más. ¿Qué podría necesitar si Dios estaba frente a mi?

Viene otro proyecto en puerta para ambientar las oraciones de cada jueves, sin embargo, yo quisiera compartirles la misma pregunta que resuena en mi conciencia: ¿Tendremos la capacidad de orar en silencio durante una hora reconociendo en presencia de quien estamos? o seguimos necesitando de cosas que llenen los espacios cuando empiezo a pajarear o a distraerme, necesitamos lagrimas o gritos, o fuertes impresiones. Obviamente esta pregunta funcionaría únicamente en quienes hemos recorrido ya algún trayecto en el proceso espiritual desde nuestro encuentro con Dios.

Me refiero a ese terrible riesgo que todos enfrentamos de ir buscando para la oración cosas que nos entretengan y que de alguna manera, no intencional, nos evitan llegar a ese momento de silencio, en el que Dios empieza a hablar no en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego sino entre simples susurros de viento suave como lo haría con Elías.

Hoy creo, y espero que sea inspiración divina, que la mejor manera de mejorar nuestras Horas Santas no es, en primer lugar, lo que se hace en ese momento, sino la devoción Eucarística que se tendría que fomentar entre nosotros. De esa manera aprenderemos a reconocer a Cristo, el mismo Cristo en cada sagrario, sin diferencias ni distinción, sin creer que uno es mejor que otro por el show que le montamos. ¡Vaya! es importante primero cambiar nuestra percepción personal si es que anda un poco perdida, para que entonces la ambientación, los rezos, las velas, los cantos, los gestos ocupen su digno segundo lugar en nuestros intereses espirituales.

Por lo pronto yo sigo disfrutando de la Hora Santa de cada jueves en mi parroquia, disfruto al coro que canta y que a veces desafina, disfruto a los noviecillos que no son capaces de soltarse ni siquiera en ese momento y que imagino que quieren demostrarle su amor a Dios, disfruto del calor que tantos aguantan estoicamente porque hay cosas mas importantes que esa incomodidad, disfruto del niño que llora, pero sobre todo disfruto de ver a quien amo y a quien me ama, todo lo demás es solo adorno.

viernes, 25 de marzo de 2011

Después de la primera etapa


Muy bien, pues hace mucho que no pasaba por estos rumbos. Después de terminar la primera temporada de Nicodemus como proyecto de oración contemplativa con cinco fieles seguidores, que espero hayan obtenido lo que este proyecto perseguia: el encuentro con Cristo vivo por medio de la oración mental.

Muchas cosas han pasado desde la última publicación, especialmente en mi vida. Por gracia y misericordia de Dios me fue concedida la ordenación sacerdotal, don que hoy más que nunca reconozco como algo que me eleva sin yo tener ningún mérito.

La experiencia de consagrar el pan y el vino transformándolos en el Cuerpo sacramentado de Dios, o la maravillosa experiencia de la misericordia y la gracia que se derrama en el sacramento de la confesión, o la vibrante emoción de ver el consuelo y la esperanza en los enfermos que he ungido, es algo, que si no fuera por la gracia de Dios que también a mi me cambió, me aplastaria por su grandeza.

Hoy comprendo que hablar con Cristo para mi, a comparación de años anteriores, no es solo un privilegio, sino que se ha convertido en parte rotundamente indispensable para no hacer de mi ministerio que surge de mi, que no soy absolutamente nada, sino que viene de Él que es verdadero Dios.

La oración diaria me sabe en la boca como el agua que espera un sediento despues de atravesar un largo desierto. Lo necesito. Su ausencia es mi muerte, su lejanía, mi agonía.

Por eso necesito orar, por eso los invito a orar. Busquemos ese rincon fisico y en el alma y asilenciemonos para que Dios empiece a hablar. Busquémoslo de día, busquémoslo a la mitad del día, busquémoslo sobre todo por la noche, como acostumbraba hacerlo Nicodemo y seguro nuestra vida seguirá teniendo un claro sentido en medio de las muchas situaciones oscuras.
Ánimo y bendiciones a todos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La capacidad de disfrutar



La pregunta clave es: ¿Que cosas disfrutas de tus días? o especificamente ¿Que has disfrutado el día de hoy?


Nuestro ejercicio de oración del día de ayer consistió, primero que nada, en hacer conciencia de la riqueza que Dios ha querido otorgarnos, y que nos otorga cada día. ¿Se han dado cuenta de la belleza de las mañanas en estos días? ¿ o sales tan rapido de tu casa para irte al trabajo o a dejar a los niños, que no has tenido tiempo de mirar el cielo y verlo imponentemente azul, o de atiborrar tus pulmones del aire frio y vitalizador de la mañana?


Cada día tienen una riqueza particular que esta ahí para nosotros. Para que disfrutemos, no de una, sino de las tantas cosas que componen un día de nuestra vida.


En muchas ocasiones, seguramente, hemos acabado el día diciendo "Tuve un pesimo día. Que bueno que terminó", y sería bueno preguntarnos si realmente Dios es capaz de regalarnos "pesimos días".


Tenemos que aceptar que muchas veces tendemos a la exageración y somos incapaces de controlar una situación compleja, y entonces, una pelea con el jefe que duró alrededor de 15 minutos llega tener la capacidad de hacer miserables las otras 7 horas y media de trabajo que restan, ademas de la hora de comida y el tiempo después del trabajo.


Esto de disfrutar la vida requiere de conciencia y voluntad. La conciencia de madrugadora de saber que Dios me esta regalando un nuevo día en que el que me encontrare con muchas posibilidades, y la voluntad de disfrutar todas y cada una de las cosas buenas que pueden disfrutarse: la alegría de un nuevo día, la capacidad de trabajar, de crear, el encuentro con nuestros amigos, la platica por telefono que nos divierte, la comida y cada uno de sus sabores, el descanso de la tarde, la fería familiar y el descanso merecido de la noche.


Es necesario aprender a disfrutar cada cosa, degustando, literalmente, como un dulce en el paladar. Y si acaso se acerca la noche y corres el riesgo de decir que tuviste un "pesimo día" arriesgate a hacer cualquier cosa que un niño haria, escapate, ve una pelicula, come nieve, mojate lavando el carro, canta a grito en pecho, hablale a algun amigo, juega a las escondidas, comprate un algodon de azucar, etc. y así dormirás con una sonrisa en los labios y con la esperanza de un nuevo día lleno de riquezas para disfrutar.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cristo, luz que ilumina las tinieblas


Nuestro quinto ejercicio de oración giraba en torno a la luz de Cristo, o más bien dicho, a Cristo que con su luz nos ilumina.
Fue así que bajo el signo sensible de un cirio encendido pudimos entrar una vez más en la experiencia de la oracíón mental.
La llama de la vela en medio de un ambiente oscuro y que bailoteaba en ratos nos permitio entrar en nuestro cuarto, y descubrir todo lo que compone nuestra existencia. Nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos, personas, proyectos, etc.
Seguimos utilizando nuestros sentidos para entrar en la oración hasta llegar al punto en que nuestros sentidos ya no son necesarios para dialogar con Cristo.
Los invito a hacer esta oración. Solo es necesaria un vela o cirio y toda tu disposición para vivir un encuentro personal con Cristo.
Enciende el cirio en un lugar de preferencia oscuro y concentrate en esa llama. Posteriormente iniciarás la método de Jesús para orar: Entra en tu cuarto ( es decir, entrá en ti mismo. Descubre todo lo que eres), cierra la puerta (en este momento ya no necesitarás, quizás, ni siquiera de la vela, es el momento en que te encontrarás cara a cara con Cristo) y ora a tu Padre (Este es el momento del diálogo. Cuando puedes compartir con Cristo un o muchos puntos que deseas hablar con él y escuchar su opinión que llegará a tu conciencia y a tu corazón.)
Inténtalo las veces que sea necesario. El silencio nos conduce a este encuentro, así que no necesitamos más. Ánimo, y que tengan un feliz día.

martes, 26 de octubre de 2010

Degustar la misericordia de Dios

Mientras el mundo sigue empeñandose en encontrarse con un Dios que castiga por la sarta de tonterias y pecados que cometemos, Dios, por su parte sigue necio con acercarse a nosotros, y antes de que pronunciemos una palabra, ya nos encontramos envueltos en sus brazos, claro, siempre y cuando por lo menos nos acerquemos a él.
Nuestro ejercicio del día de ayer en Nicodemus, hizo uso de la parabola que Jesús cuenta para comprender cual es la oración que agrada a Dios (Lc 18, 9-14). Un fariseo y un publicano se acercan a al templo a orar, y mientras el fariseo con los brazos en alto se jacta de sus grandes esfuerzos por cumplir la ley y ser bueno, el publicano con la cabeza agachada y dándose golpes de pecho reconoce su fragilidad. De sus labios surge la más honesta y sincera suplica de un hombre: "Dios mio, ten piedad de mi, que soy un pecador".
Aquel hombre no necesitaba nada mas que el perdon de aquel a quien amaba tanto y que le dolia haber ofendido. Es una suplica humilde nacida del amor y la confianza de ser escuchado. ¿No es acaso ese el verdadero modo de orar ?
Muchos de nosotros vamos creyendo cada día de nuestra vida que debemos merecernos el amor de Dios, cuando él ha tenido la iniciativa de amarnos desde antes de depositarnos en el seno de nuestra madre. Otros tantos van a presumirle a Dios que se han portado bien -aunque realmente lo que les importa no es tanto que lo sepa Jesús como que lo sepa el mundo, de allí que lo griten a grandes voces- y a exigirle que les conceda algún privilegio.
El publicano simplemente asume su culpa y reconoce que Dios es quien puede perdonarlo. El publicano necesita del amor de Dios, y tirado en el suelo deja que Dios lo levante, como aquella oveja perdida que regresó con las noventa y nueve con el privilegio de ser cargada por los brazos de su pastor. Decepcionante hubiera sido la historia si aquella oveja hubiera llegado presumiendole a sus compañera que ella sola logró escalar los apriscos sin necesidad del pastor. Yo, como el publicano, prefiero la ventajosa verguenza de unirme a la gracia de Dios siendo cargado por él.
Y retornarndo a la expresión utilizada por el publicano, dimos en nuestro ejercicio de oración, con la historia del peregrino ruso que repetia constantemente aquella famosa jaculatoria del siglo XIII "Señor Jesús, ten piedad de mi, que soy un pecador". Aquel hombre sentia esa frase en su paladar como algo dulce, y en su corazón como algo consolador.
Imaginense todos los beneficios que tiene durante el día recordar que Cristo está junto a nosotros a lo largo de la jornada. En vez de escupir una maldición que no solo ofende al otro sino que daña nuestra dignidad convendría repetir todo el día el santo nombre de Jesús y recordar su consuelo: "Señor Jesús, ten piedad de mi, que soy un pecador...Señor Jesús, ten piedad..." y así a cada momento del día.
Intentemoslo en estos días; claro, siendo concientes de lo que estamos diciendo, por que sino la frase se convertira en un burdo "Hokus Pokus" que ni Harry Potter utilizaría. Digamosla con fe, con la confianza de que Dios esta conmigo, y está conmigo no como un mimo, sino como alguien que me responde, que me consuela, que me ilumina, que me alienta, que me alegra.
Vivamos la experiencia de aquel peregrino ruso que en su camino siempre contó con la presencia de Dios y tengamos la sencillez de dejarnos amar y perdonar por Dios, como lo hizo aquel dichoso publicano.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Suba, Señor, a ti mi oración, como incienso en tu presencia




Ayer tuvimos la oportunidad de tener nuestra tercer sesión de oración mental. Como cada semana, Cristo, oración y silencio fueron el espacio para tener un encuentro personal con él. El elemento extra de esta ocasión fue el incienso. Así frente a Jesús sacramentado un turíbulo quemaba en honor a él esa resina que ha sido utilizada por muchísimo tiempo para indicar la presencia de Dios.


En el alma resonaba aquella frase nacida de un espíritu orante: "Suba, Señor, á tí mi oración, como incienso en tu presencia". Y en medio del cielo la nube de incienso se elevaba en veces tranquila y otras violenta como teniendo vida propia, mientras que en el corazón de los que orabamos se luchaba por entrar en una conversación confiada con con aquel que sabemos nos ama.


Asi seguiremos cada semana teniendo este breve espacio de 30 minutos de oración, de encuentro con una persona, persona que escucha, pero que tambien habla, persona que consuela que consuela y que también exige, persona que ama y por eso corrige, la tercera persona de la Santísima Trinidad, Cristo, nuestro Señor.


Sigamos en oración constante, sin desfallecer; oremos no solo por nosotros, sino por todos aquellos que nos han pedido una oración.

lunes, 11 de octubre de 2010

La experiencia de orar en silencio



Santa Teresa de Avila define la oración de la siguiente manera: " No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama".
Si alcanzamos a entender la simplicidad de este principio, podremos comprender -como muchas veces lo habremos escuchado- que la oración verdadera es un simple pero profundo y amoroso dialogo con Dios. Orar es pasar el rato con el que se ama. Con el que nos ama.

Este grupo de oración que abrimos aqui en la Parroquia la Natividad del Señor, no aspira más que a poner lo medios necesarios para que los jovenes que lo deseen puedan encontrarse con Cristo en medio de un silencio nutritivo.

Los martes a las 8:30, cada muchacho tiene un cita con Cristo a través de distintos ejercicios de oración. Cada noche de martes frenamos violentamente la rutina diaria y nos encontramos cara a cara con Cristo.

Así lo haremos hasta que seamos capaces de no esperarnos a un día específico, a una hora específica, en un lugar específico, sino que podamos encontrarnos con Cristo en nuestro interior cada vez que deseemos encontrarnos con el amado.

Nicodemo, empezó así buscando al maestro en la quietud y el anonimato de la noche, hasta que su amor fue tan grande que lo acompañó a pleno día al pie de la cruz. De alli el nombre de nuestro grupo "Nicodemus".